Teoría de la belleza. Pintura italiana en la colección Sgarbi




Un importante panorama del arte italiano, del renacimiento de las formas y el movimiento hasta la teatralidad y dramatismo propios del barroco, ofrece al público la exposición Teoría de la belleza. Pintura italiana en la colección Sgarbi, que el Instituto Nacional de Bellas Artes presenta en el Museo Nacional de San Carlos (MNSC) a partir del 25 de julio.

La muestra, que se conforma por 40 obras pictóricas de grandes artistas como Artemisia Gentilleschi, Tiziano, Paolo Caliari Detto Veronese, Guido Cagnacci, José de Ribera, "El Españoleto", Tiziano Vecelli, entre otros, es un recorrido por la obra de los clásicos italianos, una mirada a la pintura universal e intemporal que han servido de inspiración a grandes creadores hasta nuestros días, al tiempo de acercarnos a la mirada entusiasta y apasionada del coleccionista.
Esta exhibición internacional busca entablar un diálogo con las obras maestras de arte italiano de la colección del MNSC y la colección privada Sgarbi, -cuya sede es la ciudad de Ferrara, Italia-, con el objetivo de mostrar al público por primera vez, una significativa selección de una de las colecciones particulares más prestigiadas de Italia.

La exhibición reúne temáticas diversas, como retratos, vírgenes, pasajes religiosos, alegorías, mitologías y hechos históricos, obras del historiador y crítico de arte de renombre internacional Vittorio Sgarbi (Ferrara, 1952), quien tuvo como objetivo la búsqueda constante de la belleza en treinta años de intensa actividad de búsqueda artística.

Lo que comenzó con una inclinación por la literatura y los libros, se transformó en un nuevo proyecto en 1983, cuando el coleccionista emprendió lo que antes le parecía inasequible: atesorar obras que reflejaran su búsqueda constante de la belleza. Desde entonces, su vocación humanista lo ha llevado a coleccionar piezas de los más diversos perfiles, que en su conjunto dan cuenta de la multiplicidad de sus intereses.
Vittorio Sgarbi escribe en el catálogo que “un coleccionista sabe la historia de cada pintura que ha adquirido. Algunas son más intensas y memorables, y establecen con las obras una relación casi afectiva, más que con otras, por la sorpresa de un encuentro inesperado o de deseos más cumplidamente satisfechos.
Y recuerda que fue Mario Lanfranchi, el primero de los muchos coleccionistas, grandes y pequeños, que conoció una vez fuera del dogma universitario, quien lo hizo mirar las obras de arte como bienes espiritualmente universales pero de los que materialmente no se podía disponer. “Hasta aquel encuentro las obras de arte me habían parecido idea, pensamientos, no cosas”.

“De ciertos modelos –personalidades corsarias, excéntricas y curiosas, al límite del dandismo o del puro divertimento, o literatos hedonistas, pero literalmente muy sofisticados-, de esta dimensión de lo posible, de este divertimento de la búsqueda y del descubrimiento, deriva mi coleccionismo”, asegura Sgarbi, para quien “el arte sigue viviendo en la búsqueda apasionada de los coleccionistas, que no quieren que el pasado se termine”.